La cordillera de los Andes abarca unas mesetas altas que se distribuyen como si fueran una muralla de rocas erigidas por la naturaleza. Allí, desde la costa septentrional del Caribe hasta la punta sur de Sudamérica, un grupo de botánicos nos describen dos plantas carnívoras descubiertas a unos 3000 metros de altitud.

El hallazgo se produjo entre Ecuador y Perú
Ha sido concretamente en la orilla de una laguna y en una pared rocosa casi vertical, situadas a más de 2900 metros de altitud en un precioso ecosistema del sur de Ecuador y el norte de Perú, donde el docente Álvaro Pérez y sus colegas encontraron un par de flores insectívoras que no habían visto nunca antes.
Habían caminado tres días seguidos por la parte más alta de la cordillera del Cóndor, en la frontera entre Ecuador y Perú, con el propósito de explorar las especies nativas del bosque solitario. Entre musgos, niebla, pequeños arbustos y un viento helado, los botánicos avistaron dos plantas de extraña apariencia.

La primera de estas plantas, explica Álvaro Pérez, fue fácilmente reconocible por sus hojas pegajosas de diminuto tamaño, rodeadas por minúsculos pelos y coronadas por unas florecillas moradas. La segunda de las dos plantas carnívoras descubiertas destacó por la forma alargada de las hojas, de color rojizo.
El grupo de científicos se apresuró a fotografiar estas dos especies desconocidas y recolectaron muestras para analizarlas en los laboratorios de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Las observaciones detalladas de las raíces, las hojas y las flores han dejado en evidencia el descubrimiento de nueva vegetación.
¿Cuáles son las dos plantas carnívoras descubiertas?
En marzo de 2023 se publicó el descubrimiento de las plantas carnívoras en Phytokeys, una revista científica que reconoce el trabajo de investigación de Álvaro Pérez, Francisco Tobar, Kevin Burgess y Tilo Henning, científicos y expertos mundiales en la fisionomía y el comportamiento de las flores insectívoras.
El artículo menciona el hallazgo de la especie Pinguicula ombrophila y la especie Pinguicula jimburensis. La particularidad de tal hallazgo es que tuvo lugar en un entorno desafiante y de difícil alcance, definido por pantanos y terrenos rocosos que se envuelven en un halo de humedad, lluvia y nubes densas.

Este entorno está ubicado en la zona Amotape-Huancabamba, entre Ecuador y la frontera norte de Perú. Si hay algo por lo que se caracteriza esta zona es su amplia biodiversidad, repartida a lo largo de terrenos accidentados donde el clima es inestable y permite la inclusión de numerosos microhábitats dispersos.
Las dos plantas carnívoras descubiertas comparten parentesco con las plantas carnívoras herbáceas y con forma de roseta (el género Pinguicula). Sobreviven en suelos poco nutridos gracias a las trampas pasivas de sus hojas, que permiten cazar insectos y otros animales para obtener nutrientes suplementarios.
Pinguicula ombrophila

La especie Pinguicula ombrophila se halló en un área aislada y de difícil acceso. Recibe su nombre del compuesto latín «ombros» (lluvia) y «philos» (amante/aficionado) como homenaje a las cimas de las montañas del Cóndor. Es una hierba perenne litófita con hojas gruesas, típicas de los tipos de plantas suculentas.
Decimos que es una hierba litófita porque, de las dos plantas carnívoras descubiertas, la Pinguicula ombrophila crece en paredes rocosas mediante unas raíces fibrosas y unas hojas con pelo glandular. Su color es verde en la zona de la nervadura central, pero se vuelve pardo-púrpura en los extremos de las láminas.
Pinguicula jimburensis

Otra de las dos plantas carnívoras descubiertas en Sudamérica es la Pinguicula jimburensis, un término que honra a las Lagunas Negras de Jimburá del Parque Nacional Yacurí donde se halló. Su característica principal está en las hojas prolongadas y de color rojizo, que sirven para proteger a la planta de la radiación solar.
La Pinguicula jimburensis es una hierba terrestre de flores moradas que no alcanza los 8 centímetros de altura. Su alimento son moscas que sobrevuelan la planta y caen en la trampa de las hojas peludas y pegajosas, listas para descomponer los insectos y absorber el nitrógeno que liberan los exoesqueletos.
Sin duda, un comportamiento que deja a las plantas de Halloween para jardines en una comedia infantil.
Así funciona la supervivencia de las nuevas plantas
El modo de supervivencia de las dos plantas carnívoras descubiertas es similar a la de la Venus atrapamoscas, una planta con los cuidados de suculentas más sencillos para interiores. Mientras que el resto de vegetación saca el nitrógeno del suelo, las flores insectívoras lo obtienen principalmente de seres vivos.

Esto se debe a que, en la mayoría de los casos, las plantas carnívoras como Pinguicula jimburensis y Pinguicula ombrophila crecen en terrenos poco fértiles y las raíces por sí solas no absorben suficiente nitrógeno. El nitrógeno es esencial para producir clorofila y, en definitiva, mantener a la vegetación con vida.
Tanto el docente Álvaro Pérez como sus colegas admiten que la caza de ambas especies halladas en el sur de Ecuador y Perú es bien conocida por los botánicos. No obstante, es la primera vez que se ha encontrado este tipo de planta en las montañas de Ecuador, a excepción de la especie Pinguicula calyptrata.
Una biodiversidad que necesita protección urgente
Los investigadores de las nuevas especies de plantas carnívoras reconocen el peligro inminente al que se enfrenta la vegetación registrada en la cordillera de los Andes. Un factor crucial es el hábitat natural de esta flora, la cual no crece en ningún otro lugar y no se reproduce en mucho tiempo, haciéndola vulnerable.
Esto mismo sucede con la linterna de hadas japonesa, que ha vuelto a resurgir de las cenizas.
Mientras que la parte positiva de que las dos plantas carnívoras descubiertas vivan en un área aislada y de difícil acceso es que se encuentran lejos de la intervención del ser humano, es cierto que el cambio climático actual, sumado al aumento de las temperaturas, podrían transformar la diversidad de la región.
Por eso, Álvaro Pérez opina que los botánicos están corriendo en una carrera contra el tiempo, intentando encontrar más especies escondidas en los ecosistemas de las montañas sudamericanas antes de que las amenazas vigentes alcancen el terreno. Se requieren medidas de conservación forestal urgentes.